martes, enero 22


De repente te pasan cosas, o le pasan cosas a la gente alrededor tuyo, cosas grosas o jodidas o complicadas, delicadas, especiales, incisivas, sensibles o extremadamente lindas, cualquier cosa que te haga abrir grande los ojos y te haga latir el corazón fuerte -porque no lo podés creer, de verdad? en serio?- y te das cuenta de que le estabas dando demasiada importancia a preocupaciones tan tontas y poco trascendentes.

Y te dan ganas de taparte con una frazada, enroscarte y envolverte dos veces y cerrar los ojos. Quedarte quieta. Pensar en las cosas que valen la pena. No perder el eje. Empezar de nuevo, ver las cosas como si fuera la primera vez.

El señor más suertudo del mundo desea lo que tiene a mano y no se aleja del eje. Y seguro que también sabe convencer a las endorfinas para que lo ayuden a lavar los platos.

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