lunes, marzo 31

Feliz cumpleaños Concho

Ayayayay AY.

Res non verba

Pero si las vacas hablaran, dirían:

1. Está loca.
2. Yo no la voté.

viernes, marzo 28

Era rosa y frambuesosa

El migral sabe muy bien, y además es rojo.

Marketing.

Cuando tenía seis, tuve una época en la que se me daba por preparar limonada. Y para que tuviera un color más lindo le agregaba mejoralitos.

A escondidas de mi madre.


Nico.

Pulir - Encerar y viceversa y bises

Lo mejor de que empiece a hacer frío es que por fin vamos a liberarnos de tanta cucaracha hurgando entre las cosas.

Ayer en el 152, camino a mi sesión de medicina china: una bananita dolca de las que nos compramos con Jota en Farmacity (Oferta: 5 x $3,50) que a mi gusto estaba añejada (solución: pastillas con gusto a Mojito).

La mujer (que no es china, pero ejerce esta medicina) me miró el pie izquierdo, intentó arrancarme el dedo gordo como cuatro veces, y terminó pegándome en las articulaciones con un martillo de madera. Yo me agarré fuerte de la silla y me mordí el labio porque verdaderamente dolía, pero nunca dejé de mirar (esa cosa medio morbosa y masoquista que uno tiene a veces). Y porque soy valiente, y porque tengo tres cicatrices, pude permitir que me destrozara el dedo gordo de mi preciado pie izquierdo en la inteligencia de que si me banco que lo manipule como un joystick durante un tiempo y la dejo que me pinche con sus agujas de acupuntura, va a lograr arreglarme el pie sin tener que operármelo (a contrario sensu de lo que dijo el traumatólogo ese que era IGUAL a Guillermo de Holanda, que me atendía y yo pensaba ‘no podés ser TAN TAN igual, no podés-no podés, qué cosa, no se puede creer, che’).

Yo me presto sin pudor a esas cosas. A las flores de Bach, a las de California, al té de kombucha, a la digitopuntura, a que me tiren del cuerito, a tomar Wunderbalsam, a que me limpien el aura, a comprar productos desconocidos con etiquetas lindas en el Barrio Chino para embarcarme en la aventura de ver a qué saben, a comer chapulines con limón y sal. A comprobar empíricamente si algo está vencido. A visitar a la mujer que muele a martillazos mis articulaciones para arreglar mi pie izquierdo. Y me clava agujas.

Después me dijo que me comprara un martillo como el de ella en el Barrio Chino, y que me martillara el pie mientras miraba tele (sic), para no perder continuidad en el tratamiento.

Mientras miro Animal Planet, me imaginaba yo.

Además de haber varios sahumerios prendidos, había un ba guá colgando de la puerta, un ying yang en otra, un espejo, y un pincher muy chic con un collar con piedras violetas colgando. La secretaria se llama Norma y tenía puestas unas medias de descanso (por supuesto).

Comprar acrílicos fosforescentes para terminar de pintar el ojo de buey que me regaló Rocco á lo Orwell (los acrílicos fosforescentes: existen? dónde los venden? a qué saben?). Empacar. Tomarme un té de algún yuyo para ver si logro bajar la medialuna con dulce de leche que me quedó a mitad de camino en el tubo digestivo, entre el estómago y la garganta, y que me está dando dolor de cabeza y náuseas. Anotar en algún lado eso que leí que me hizo, hace, está haciendo y no ha de cesar hacerme reír (jamás), depilarme, encontrar qué ponerme para un casamiento en la playa (qué se pone la gente para un casamiento en la playa?), barnizarme las uñas con esmalte living red, real red, red hot, just right red: colorado, en cualquiera de sus presentaciones. Hacer algo con mi dolor de cabeza. Tirarle cosas a alguien para sanar mi dolor de cabeza.

Dormir.

Eso, dormir.

Y tirarle cosas a alguien (eso me resulta terapéutico).

O cortarle el pelo a alguien (también me resulta terapéutico).

Y que me den besos. Absolutamente terapéutico.

martes, marzo 18

Hueve

Hueve en Buenos Aires, copioso, frío y mouillé.

Pero mi amigo Ed Sullivan est arrivé à temps con sus esclavos camboyanos y me proveyó de cuatro títulos para mirar endemientras.

Marie Antoinette, por ejemplo.

domingo, marzo 16

sábado, marzo 15

viernes, marzo 14

QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino*QuieroiralBarrioChino

Ahora tenemos que esperar.

jueves, marzo 13

Exégesis



Tener tanto tiempo para mi y no poder salir de casa son dos circunstancias que sumadas me han llevado por caminos inimaginables (e intransitables en otros momentos de mi vida) tales como ponerme a ordenar los libros de mi biblioteca no por tamaño, no por tema, no por autor, sino por color, y a aplicar el mismo criterio a mis remeras. A pegar una tirita de mis zapatos rojos a lunares con la gotita (gel), a leer las instrucciones del lavarropas para maximizar su uso, a cocinar una marquise de chocolate porque teníamos visitas, y a autoconvencerme de que mis hematocritos están en proceso de multiplicación.

La gente dice que después de acontecimientos turning point, la reflexividad, la obsesión por el orden y la actitud de canto a la vida, te duran un mes como máximo, pero que después de eso volvés a ser la misma. La gente también te llama para preguntarte cómo estás y qué te pasó, y cuando les explicás cómo fue y les decribís tu anatomía se alegran de que todo haya pasado y de que estés bien, pero después te dicen “bueno, chau, nos vemos”. Y lo dicen con buena onda, pero en el fondo fondo-fondo saben que es mentira. En el fondo-fondo sólo buscan evitar tener que enfrentarse a la otra persona y decirle la verdad, decirle que “después de esto no voy a saber más de vos y vos no vas a saber más de mi”. Porque decirle al otro que se trata de una auténtica despedida (de las tristes y conscientes) generaría tensión, implicaría ser más cuidadoso con las palabras y exigiría que nos detuviéramos en detalles como (i) qué tenía puesto el otro, (ii) si había o no música de fondo y (iii) si hubo abrazo, qué perfume tenía puesto. Y a la inversa, la gente también dice “chau, nos vemos” para evitar enfrentarse con el “no nos vamos a ver nunca más en la vida”, después de la despedida (que vendría a ser una vez que colgaste el teléfono, o te dejó [lo dejaste] en tu [su] casa, o lo que sea). Y como en el fondo saben que se están engañando, hacen de cuenta como que la despedida no es para siempre, entonces esas palabras tan formales y tan absurdas "nos vemos" sólo sirven para que la despedida no duela, para que pase desapercibida, sin lesiones aparentes.

Lo más triste de las despedidas es el nunca más en la vida. Es el ser consciente de que ya no vas a saber de mi, ni yo voy a saber de vos, y que voy a borrar tu número y ya no te voy a escribir ni te voy a saludar para tu cumpleaños; y debe ser que uno se pone triste por eso, porque en el fondo uno se da cuenta de que esa persona o esa historia se (le) muere.

Por eso nos mentimos y decimos “nos vemos” cuando en realidad sabemos que eso no va a pasar, pero elegimos no enfrentar eso, elegimos no decirnos esas cosas porque es más fácil así. Entonces en vez de cerrar las etapas como corresponde, qué se yo, en vez de ser honestos y enfrentar a la muerte y a las despedidas y que en el fondo todo bien pero no te quiero tanto-tanto, ponemos cara de nada y hacemos de cuenta que en realidad no nos importa y no nos duele y después de cumplir nos vamos contentos, con la frente en alto, acá nadie dijo nada, porque esto fue un simple “nos vemos”, yo no me despido de nadie y no entiendo por qué te ponés así, por qué insistís con eso de ponerte triste si dije "nos vemos" y nada más.


No te me mueras


En mi (corta) vida, tuve muchas muchas despedidas. Algunas fueron despedidas de las de adeveras, de gente que quise mucho, y otras fueron despedidas transitorias, de gente que después volví a ver.

Una de las más tristes que me acuerdo fue la de mi abuela Carlota. Tuvimos dos despedidas: la primera fue cuando todavía me reconocía, y tenía puesto el anillo de plástico celeste que le regalé una vez. Estábamos sentadas las tres en un jardín, en unas sillas de plástico blanco. Y no me acuerdo bien de qué hablábamos, pero si me acuerdo de lo que estaba pensando en ese momento. Estaba pensando en el sweater con lana de todos colores con punto santa clara que me había tejido cuando era chica, estaba pensando en su pekinés, en su casa de Bulnes y Libertador y en los cuentos que le armaba con las figuritas repetidas de Frutillitas.

La segunda vez que nos despedimos, ella ya no me reconocía y estaba dormida. Ya no tenía puesto el anillo de plástico celeste, y había algunas hormigas caminando por el suero.

Después hubo otras despedidas de gente que todavía existe. Uno tiene esa sensación tan fea de que cuando uno se despide, de que cuando uno da el último abrazo y se da vuelta y se va caminando, ahí sí se le muere un poco esa persona. Y en el momento uno no se da cuenta de los detalles, uno en realidad está concentrado en las palabras. Y después uno se va, y cuando se da vuelta para ver si la otra persona sigue ahí y ve que no está, trata desesperadamente de retener algún detalle, de encontrar alguna cosa que después convierta la despedida en un recuerdo más real. Para que esa persona no se le muera (tanto).

Como qué corbata tenía puesta. Qué esquina era. Si estaba nublado, si llovía. Si cruzó la calle y volvió por la vereda de enfrente, o si volvió por donde vino.

miércoles, marzo 12

A punto de matar por un pedazo de chocotorta

Si se me apareciese el indio lampiño en taparrabos de El mundo según Wayne y me regalara un deseo, le pediría que las pastillas de hierro tengan gusto a chocotorta.

O que el hígado tenga gusto a chocotorta.

O que venga Jude a cocinarme una chocotorta fortificada con hierro.

En síntesis, cualquier cosa que tenga una chocotorta como objeto directo, y me permita ingerir la dosis necesaria de hierro.

martes, marzo 11

Casualties: 0

Pero ahora tengo no una, no dos, sino *tres* cicatrices. Una en el ombligo que ‘te prometo no se va a ver’, me dijeron. Otra un poco más allá de mi ombligo, de pongámosle un centímetro y algo, formando un perfecto isósceles con mi lunar preferido que si compitiera en un concurso de lunares, ganaría sin dudas el premio al más sexy. Después otra más hacia el sur, de la misma longitud. Todas prolijamente cosidas.

Conozco en detalle cada una de ellas porque mi espíritu morboso hizo que me tomara el trabajo de correr un poco las gasas, de fruncir la frente, y de mirar mientras fruncía la frente y entrecerraba los ojos para afinar la vista. Y después de recorrerlas una por una, concluí que estas mismas me van a acompañar por el resto de mi vida, así que más vale que nos queramos desde ahora: Susana, Berta y Elmer-bendito-tu-eres.

Lo mejor de estar así es que la gente te malcría mucho, y te dice todo el tiempo cuánto te quiere, y te vienen a visitar, y te llaman por teléfono y te ponen en el speaker y te hacen chistes. Y te dicen cosas como ‘qué bien que te la bancaste, impresionante’ y vos no decís nada, pero en el fondo sabés que eso tiene que ver con que el día en que naciste el sol estaba en leo, que es un signo de fuego, y la luna en piscis, que es de agua y por eso sos fuerte y sensible. Pero bueno, ellos no lo saben, para qué explicarles.

Y porque soy grande y porque soy pilla, y también porque me lo merezco por haberme portado *tan* bien, pido que me compren merengadas (que es el tipo de antojo que sé que existe en algún lugar de mi inconsciente, pero que mientras permanece aletargado no molesta ni reclama, hasta que en cuestión de segundos deviene absoluta e inexplicablemente necesario).

Así que con unas merengadas, con Susana, con Berta y con Elmer-bendito-tu eres, es un buen momento para ponerme al día con los libros que quería leer, para escribir y para pintar. Para cocinar unos brownies con nuez, para ordenar cosas, para dormir. Para contestar mails, para escuchar Radiohead.

Para correr de nuevo las gasas y mirarlas de nuevo. Una, dos, tres.

E.R.

'Esperá que traigo una silla de ruedas'

'No, dejá, si puedo caminar perfecto, si estoy parada no me duele y puedo respirar bien'

'No, no.. (apuntando a la silla) sentáte acá (mientras te acomodan los cosos esos para apoyar los pies y vos sólo querías salir por donde entraste y volver a tu casa y leer el diario del domingo)'

Acto seguido te llevan a la habitación 15, te desnudan, te ponen un camisolín, y sentís frío-frío mucho frío. Después te acuestan en una cama, y te ponen una vía, y te ponen unos zapatitos de quirófano porque tenés los pies helados, pero vos tenés que ser fuerte y por eso no querés llorar, pero en el fondo tenés miedo.

En el fondo tenía mucho miedo.

Entonces llegó mi mamá, y seguimos la conversación que habíamos tenido el sábado, cuando fuimos a Violeta. Y cómo el cuerpo a veces explota cuando ya no puede más.

Después vinieron las explicaciones de rigor, con dibujos y todo. Y mi mamá que es una excelente dibujante y ginecóloga, me dibujó el útero, las trompas, los ovarios, los folículos y me explicó lo que me había pasado, y cómo lo iban a solucionar. Pero yo me di cuenta de que ella también tenía miedo.

'Y vas a ver que enseguida te vas a sentir mejor, y vas a poder respirar bien'.

Y todo fue tan rápido que ni lo pude procesar.

Enseguida estaba en un quirófano. Y mientras me ponían la máscara para dormirme y me conectaban cosas, mi hermano se estaba lavando las manos y me hacía caras a través del vidrio. Y me hacía reír mucho. Yo le quería decir, no me hagas reír, guacho, que me duele todo y no puedo respirar. Se lo quise decir, pero no tenía fuerzas y me quedaba dormida. No me hagas reír, que me duele todo y no puedo respirar.

sábado, marzo 8

Only dead fish swim with the current

Mis mails favoritos son de la gente que está lejos. El favoritismo también aumenta cuando se trata de personas especiales, como Mery, que es mi amiga del alma, que la extraño, que la quiero. Sus mails son siempresiempre mis favoritos y me tomo unos días en contestarlos, como corresponde.

Si algún día el mundo está en contra mío, la quiero de mi lado. A ella y a Agus Tassara. Pero Tina se encargaría de la parte legal, y sería mi letrada patrocinante (si yo tengo los ovarios bien puestos, ella los tiene reforzados con hormigón).

Pero bueno, el mail de Mery-

[a veces las cosas que no siguen la corriente son las que más felices nos hacen. Te juro, del Michael me acuerdo pocas cosas... una de ellas fue algo que dijo una profesora... "only dead fish swim with the current..."]

Después su mail siguió con sus andanzas ["Loca hoy me tiré en parapente en LOS FUCKING HIMALAYASSSS de diez, increíble, una de las cosas más grosas que viví lejos! y dps estuve tda la tarde en un campo de refugiados tibetanos... increíble, en el medio de la montaña, rezando con los monjes. INCREÍBLE!]

Yo, en cambio, estoy revolviendo un Nesquik y mirando cómo se está nublando y empiezan a caer unas gotitas.

Me quedé con "only dead fish swim with the current..." [también con "Himalayas"]

Así que nada de estar muerta. Nada de eso. ["Parapente", "monjes"]

Ya mismo me pinto las uñas de rojo.

jueves, marzo 6

Little fry, who made thee?

Hoy me comí las papas fritas más ricas que mis papilas gustativas hayan degustado. Esas que te comés (y robás) una atrás de otra, consecutivamente, sin pudor. Ricas como para no necesitar ponerle ketchup ni nada. Little fry from Paraguay street, thou deserve much more than being a side dish. Y de haberlo sabido, no me hubiera pedido esa ensalada tan desabrida. De haberlo sabido, le hubiera robado todas las papas a Pancho antes de que terminara su Golden Chicken. Todas.

De haberlo sabidoh!

De haberlo sabido, y conociendo mi tendencia a actuar de modo tan irracional, tan adolescente-púber con desórdenes hormonales transitando mi SPM, también me hubiera prohibido a mi misma caminar por la calle, me hubiera prohibido pasearme tan impunemente y decir tantas cosas, ex ante y ex post del SPM. Me hubiera prohibido existir. Me hubiera proveído de Rayuela, o de Espantapájaros, o de Tales of the Unexpected, que están buenos para volver a leer, de a cachitos. Una, tres, veintiséis páginas, Lamb to the slaughter, Parsons pleasure, leídas de corrido en el sillón, y ahí sí que hubiera podido seguir con lo que estaba haciendo, con los pulmones llenos de eso que se te llenan cuando leés algo que decís pucha, que mano que tiene el tipo este para decir esto, ojalá yo pudiera escribir algo así, acrobacia de palabras, esperá que agarro el lápiz y lo subrayo, o no, mejor lo subrayo y además le pongo unos signos de admiración en el margen, así cuando me de cuenta de que estoy haciendo todas las cosas mal y me agarre desesperación, cuando me sienta una adolescente-púber con SPM, cuando empiece a hacer cosas que jamás hubiera hecho bajo condiciones normales de presión y temperatura, o cuando esté a punto de hacerlas, cuando esté hecha una loca, una desequilibrada y todo eso junto o por separado, pueda abrir este libro y encontrarme con eso que me encantó haber leído alguna vez, y me sienta más cerca de la persona racional, adulta, emocionalmente inteligente y estable (claro que sí), y con los ovarios bien puestos, que fui (soy).

Por qué las mujeres somos así? Debería ser una circunstancia atenuante en el Código Penal. No digo eximente, pero al menos atenuante. Que cuando transites estos días, ponéle, puedas decir: 'dejáme pedirme un cuarto de helado, que se me pasa'.

Pero bueno, decíamos sobre las papas que me comí hoy. Tan crocantes por afuera, tan blanditas por dentro. Tan bien saladas. Y tan prolijamente cortadas.

martes, marzo 4

Las operadoras en los tiempos del cólera

Quizás hasta sea de paranóica, pero soy la única persona a la que llaman los de Personal para chequear mis datos con tanta tanta tanta tanta pero TANTA insistencia?

Ayer, en horario laboral, voz de borrega: ‘Buenas tardes, señora (ah?) Bxxxxx, mi nombre es [ ] y la estoy llamando para actualizar la información de nuestra base de datos’ (con esa voz TAN insoportable que ponen de 'esta-conversación-está-siendo-grabada' aghhhhhhhhh).

‘No, diculpáme, ahora no puedo’ (además no soy señora, mocosa de porquería, fijáte mi número de DNI)

A las 20:15 veo dos llamadas perdidas del mismo número.

Creyendo haberme liberado, la misma chica me vuelve a llamar hoy al mediodía, me recuerda que fue ella quien me llamo ayer (con la misma voz de frígida) y ‘disculpáme, pero no te puedo atender ahora, estoy trabajando…. Sí, no sé, llamáme otro día…. No… Bueno, no sé, llamáme después de las 20, ahora no puedo, chau’. Qué insoportable, *Dios*.

Y esta vez no fui simpática. No pude. Dejé que se diera cuenta que me caía mal su llamado, su tono de voz insolente, la forma en que pronuncia mi apellido -sobretodo, el prefijo “señora”-, y que jamás sería amiga suya, no sé, basta. Basta.

Y ella volvió a llamar hoy a las 20:20.

Volvió a llamar.

Siempre-siempre vuelven a llamar.

Y la conversación fue más o menos así: ‘Buenas tardes, señora Bxxxxx, mi nombre es [ ] y la estoy llamando para actualizar la información de nuestra base de datos’.

Y sin dejarme meter bocado, agrega:

‘Bien, su nombre completo?’

Ahí me enojé. Y le expliqué, aún conservando la paciencia, que yo no sabía quién era ella, ni si trabajaba o no en Personal, pero que no le iba a dar ningún dato mío por teléfono. Ninguno.

Enseguida quiso proveerme de sus datos.

‘De todas formas yo no tengo forma de corroborarlos. En todo caso, hagamos al revés. Ya que estás actualizando mis datos, contáme qué dicen y yo te digo si están bien’.

Entonces la mina se pone a repetir de nuevo todo sus speech, que me llamaba de Personal, y que sólo querían actualizar mis datos, como si lo que yo le hubiera dicho le hubiese entrado por una oreja y salido por la otra.

AHÍ SÍ. Ahí me enojé.

‘Escucháme una cosa. Yo no sé quién sos, pero ya te expliqué que no te voy a dar datos míos por teléfono. No me importa que me digas cuándo activé esta línea, ni cuál fue el último número al que llamé. En este momento, hasta la CIA puede saber en qué lugar del planeta estoy, y hasta me pueden ver parada en mi jardín, regando las plantas, desclaza [con el esmalte de las uñas de los pies pidiendo a gritos quitaesmalte]. Así que lo que puedas decirme sobre mi, realmente no es parámetro de nada. Vos no me podés exigir que te de datos por teléfono, como yo no puedo pedirte que dejes de repetir como una ignorante lo que ya me repetiste 5 veces en lo que va de dos días. Si necesitan que actualice mis datos, dame una forma alternativa de hacerlo. Por teléfono no te voy a decir nada.

Y como si esto fuera poco, la mocosa amenazó:

‘La vamos a volver a llamar, SEÑORA’.

lunes, marzo 3

domingo, marzo 2

sábado, marzo 1

A la grande le puse Cuca

Llega un momento en el que decís: basta.

BASTA.

Una cucaracha, dos, pasan. Tres a lo sumo.

Pero estar en el living y que de repente, tiqui tiqui pase una cucaracha, teniendo invitados, no da. Y yo le señalo a Lucas con la mirada, ahí va una, y él mira de reojo y sonríe disimuladamente. Y no puede creer. La cucaracha, con pelusas en las patas, va caminando y arrastrando pelos. Aggggh.

[No puede creer porque él vive en el centro. Él se autodenomina ‘la parte de la familia que vive en el centro’, entendido como la civilización, el orden almidonado y compuesto, con calles gourmet y nombres de próceres].

Y Karle se está muriendo de sueño. Se estira un poco y decide que va a tirarse a dormir un ratito arriba. Entonces se levanta del sillón, y la escuchamos subir los primeros escalones.

Y en una fracción de segundo, la escuchamos bajar.

Y mientras Mr. O sigue contando sobre su país, opinando sobre política, y le agrega un poco de grappa al café, Tota vuelve pálida y nos explica en españolito, bien bajito y entre señas, que había una tremenda cucaracha (gesto de 'cacho' con índice y pulgar) parada en la baranda moviendo las antenas, y que ‘deshde logo que no me he atrevido a cruzar. Que no, que no. Que no’.

Cuando se fue Mr. O, formamos un comité de crisis y le explicamos a mi madre que resultaba imperioso que fumigase.

‘La última vez que fumigaste fue como hace cuatro años. Esto ya es una asco, insostenible. Estar durmiendo y que de repente te vuele una cucaracha en la cara no es gracioso. Y sino me voy de casa, mirá lo que te digo’.

Y como si el universo complotara a favor nuestro, de repente surgió una cucaracha desde adentro de un cajón, y después, bonus track, otra voló desde la cortina.

Peor que los pájaros de Hitchcock: las cucarachas de shwishidro.