Es terrible-terrible-terrible tener que trabajar con alguien que tiene mal aliento. Tener que estar, ponéle, en una sala, a puertas cerradas, revisando documentos. Subrayando, leyendo. Comentando. Y la sala no tiene ventanas. Y estás sola, con ese sujeto. Que tiene mal aliento.
No, no es sólo mal aliento. No es el efecto del ajo, o de la cebolla. Este olor es maduro, estacionado. Evolucionó con el tiempo. Fermentó. Cobijó generaciones de cocos y de bacilos. Es olor a pescado muerto. A toda una pescadería. A una cadena de pescaderías, tipo esos mercaditos en pueblos remotos que ves en las películas de época, en Francia ponéle, que son un puestito al lado del otro, con los pescados ahí, tirados sobre una tabla de madera sin nada, sin hielo. Y el señor pescadero (el que lo vende, no el pescador; el pescador siempre es lindo, y velludo, y tiene la piel curtida y sabe luchar contra los tiburones), el señor pescadero tiene un delantal blanco, todo manchado con sangre de pescado. Y los bichos están al rayo de sol que les pega sobre las escamas, y el hedor del pescado se potencia. Se potencia e impregna todo. Se te mete por la nariz, por el esófago, el esternón. Y no hay manera de que te libres de ese olor inmundo. Asqueroso. Que se te impregna en la ropa, en la piel, abajo de las uñas.
Después vienen las preguntas obligadas: este tipo huele su aliento? se acostumbró?
Tiene esposa/novia con mal aliento? Ella no huele su mal aliento? No le pide que coma una Altoid? O que-se-tire-Raid-en-la-boca----ALGO!?
Se dan besos? Con lengua e intercambio de fluidos? Y si se dan besos, en qué piensa ella endemientras? en campos floridos? en pinos salvajes? en orquídeas de la pradera?
En una cucharada sopera de dulce de leche?
martes, diciembre 4
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1 comentario:
bastante bueno
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