Antes de irse nos despedimos en reiteradas oportunidades, pero la última vez que nos vimos no pensamos que de veras no nos ibamos a ver más. Había un tambur, tambores y un harmonium de fondo. Y unos cosos chiquitos (como nueces) que parecían tener semillas adentro. Y una vasija con un agujero en el costado que hacía un sonido hueco. También había pequeños descalzos comiendo duraznos y chupando el carozo, con vinchas naranja y atuendos de colores mientras nosotras cantábamos mantras hindúes.
Cuando llegamos a casa me bajé del auto y le dije -y le subrayé- 'vos y yo nos debemos unos mojitos, o algo fungible'.
Pero bueno, el destino (que a veces quiere, y a veces no) esta vez no quiso.
Así que hablamos cuando estaba camino a Ezeiza, me dijo que el asunto era a paso de hombre, que fuera *feliz*, yo le dije que la quería mucho y que abriera bien los ojos así después me contaba todo.
Mi amiga Mery. Concho para quienes la vimos crecer y reincidir en tantas barbaridades. Ahora vía Asia.
Le prometí que le iba a escribir con detalles.
Ella prometió devolvérmelo con creces.
jueves, diciembre 20
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3 comentarios:
Excelente pieza de prosa. Aaaaaggghhhh
Algo bueno para leer, inclusive en situaciones en las que uno está de paso o viajando, como para concentrarse un poco en lo que está escrito enfrente de uno.
Hace tiempo que no pasaba por acá. Saludos!
que bueno que volviste!!!!!!!!!!!!
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