martes, mayo 18

Moving on

De a poco me voy trayendo los libros que quedaron en casa. Por ahora están en el piso, ordenados de mayor a menor, entre una caja roja muy chic y una parte de la pared que sobresale y hace de tope. Tómix da hausecat me dice que tengo un problema, y que tengo que liberarme de él poniendo los libros sin reglas; lo que no sabe es que mi patología fue incluso mucho más grave en tiempos de orden según el color. De todas formas, hey, me justifico: es una cuestión visual: cuanto más ordenados, mayor armonía visual.

Tampoco me hago la capa, se reconocer muy bien mis flaquezas: la flaqueza de la cocina a a hora de lavar apenas uso, y la flaqueza de la escoba (me aburre mucho barrer). En el baño no hay flaquezas porque verdaderamente no me importa limpiarlo y además me gusta que quede impregnado el olor del Poett azul.

Y aunque no quiera reconocerlo demasiado (porque ese tipo de statements en voz alta podría provocar un colapso del sistema), creo que mudarme sola fue mucho más fácil de lo que pensaba. Y no sólo fue fácil, sino que tuvo sus efectos positivos, estoy más contenta, más tranquila. El otro día T me lo dijo muy así al pasar, y yo hice de cuenta como que me estaba quedando dormida, pero me dijo estás mucho más contenta ahora, viste? y hasta ese momento no me había detenido demasiado a pensar en eso, pero creo que sí, creo que tenés mucha razón (pensé).

Ni te digo cuando me traiga la bilbioteca y recupere algunos de mis cuadros. Complete los cactuses del balcón, y tenga un poco más de tiempo para cocinar. Pero cocinar posta, con especias, con ingredientes gourmet. Invitar amigas a comer, poner música. Conseguir una lápara de pie para la pantalla que me traje all the way from the States y que me daría mucha pena dejar ahí guardada, después de todo lo que me peleé con el señor que se sentaba en el asiento de atrás y había ocupado TODO el compartimento en los cinco segundos que tardé entre abrirlo y levantar las cosas del piso para guardarlas.

Bueno, esas cosas.

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