Pocas cosas me hipnotizan tanto como la luna cuando está llena. Ah, y las hormigas. Las que se están masticando el rosal, sobretodo. Pero ya no les tengo resentimiento, ni nada. Ayer estaba en el Disco y cuando pasé por la góndola de insecticidas miré el Raid de reojo, pero después me sentí una asesina con tan sólo pensarlo. Lo mismo con los caracoles que salen a masticarse las plantas de adelante a la noche; yo los veo cruzar las baldosas y cuando viene alguien de visita le digo ‘ojo, no me pises los caracoles’.
Ayer a la tarde catch-upeamos con Gandi al borde de la piscina, con un mantel floreado en el piso y un pic-nic para nada improvisado que incluía torta de chocolate de Lucila, pepas, budín de vainilla con frambuesas, y café au lait (Gandi siempre me lo prepara como a mi me gusta, con la dosis adecuada de leche). Todas las palabras, todas. Y esa sensación de llegar y quedarte descalza, física y mentalmente. Y la noticia de que vamos a estar unos días juntas en Mexico (Pit included), que demás está decir, me tiene *muy* contenta.
También me doy cuenta de que a) son tiempos difíciles, pero esta vez I’m loaded; b) puede que me enamore; c) estoy a punto de sucumbir al cambio.
La prueba de todo ello es que me sorprendí considerando seriamente:
- ir a trabajar más temprano y desayunar en mi bar preferido con mi mozo ídem (después del de Gianni’s, claro) para terminar de escribir eso que estoy escribiendo;
- cortarme el pelo y pintarme las uñas de rosa;
- cambiar de vecindario (!)
domingo, noviembre 25
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2 comentarios:
No hay nada mejor que sucumbir al cambio.........ante ciertas circunstancias ya casi no hay chance...ademas siempre hay un backup que te sostiene por si hay recaidas.......confia !!!!!!!!!!!!!!
:)
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