Mañana me voy a vivir a la casa de mi hermano. Necesito estar sola y tranquila. Necesito un bunker siberiano de 20 grados centígrados, lejos de tanta hostilidad. Desde lo que pasó la semana pasada, todas las puertas de casa cerradas con llave, avisar antes de salir, adónde, con quién. Avisar cuándo vuelvo. Llamar cuando estoy llegando, a la hora que sea. Espero que sea la paranoia de los primeros días porque no me gusta que me controlen tanto, me asfixia. No me gusta contestar tantas cosas. No quiero decir nada.
Al mediodía salí a caminar y me metí en la galería Buenos Aires por Florida, que tiene varios negocios que venden libros viejos. Encontré un discurso de Hitler de 1935 envuelto en papel celofán que me hubiera gustado comprar. También había un libro de The Groucho phyles, una edición muy linda de poesías de Oliverio Girondo con tapa a rayas, y unos pocket books de textos en francés con unos dibujos vintage que hubieran quedado muy lindos en mi biblioteca. También había una edición vieja del Principito. Cuando llegué al dibujo de la boa que se había comido un elefante estaba escuchando nothing left to see y sentí que los ojos me iban a traicionar. Porque lo extraño.
Me quedé un ratito dada vuelta para que el vendedor no me viera, no lo podía controlar. Esperé que las lágrimas no fueran tan evidentes, me sequé los ojos con la muñeca, di media vuelta y me fui saludándolo con la mano sin mirar.
No quería que me viera llorar.
lunes, diciembre 29
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3 comentarios:
ahora vas a ser una chica del centro?????
que pena que no estoy... vuelvo el 5!
besosssssss
I
... y asi nos vamos por un mohijto de after office!!
I
perdona caro, la verdad es qe si la viviste, a la larga las puertas se destraban, pero la paranoia nunca se va.
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