Hoy estaba alicaída. Es triste estar triste, pero más complicado es cuando la gente te lo ve en la cara, y vos hacés el esfuerzo para que las cejas no se te caigan, para que los agujeritos que se te hacen en los cachetes cuando sonreís estén frappé. El problema radica entonces en que la recepcionista te pregunte por qué tenés cara triste - te pasa algo?, y después Marianela, y después Ine, y después mi bienaventurado Jota, que siempre siempre se da cuenta, y en ese sentido, Jota tiene un sexto sentido que lo hace mi mejor amiga en circunstancias como la que sigue.
Me pregunta vía mensajito por qué estoy triste. Entonces me asomo por la mampara (que nos separa), lo miro y lo veo serio mirando el monitor, esperando que le responda.
Entonces me desestiro (porque para verlo por encima de la mampara -que nos separa- me tengo que estirar un poco). Me desestiro y le contesto, por el mismo medio, que después le cuento, que no sé bien qué es, que necesito pensarlo un poco.
Le pregunto cómo puede ser que se de cuenta siempre-siempre.
Entonces le invento palabras, como suelo hacer en situaciones como esta, como para atomizar su atención. Le digo algo con porositud, le digo algo con perfectitud, y le digo también shoshi en tu corazón y si quiere una Frutigrán de salvado.
Me dijo que galletita no gracias, pero que no entendió lo de shoshi, entonces procedí a explicarle los orígenes de la palabra, en qué contexto se usa y qué complementos circunstanciales de tiempo y lugar se le puede aplicar.
Como por ejemplo: shoshi in your heart.
Como por ejemplo: shoshi para siempre.
La explicación concluyó con el link de la página de Shoshiland, y de cómo llegué a esa página un sábado de aburrimiento aniquilador con Lulu.
Hace tiempo que no me sentía así de triste. Con tantas cosas en la cabeza, con tanta confusión y desorden hormonal.
jueves, abril 3
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